En
el año 1959, Jean-Luc Godard, uno de los máximos representantes del
movimiento cinematográfico francés de la Nouvelle Vague,
realizó uno de los films insignia de esta corriente, À bout
de souffle (Al final de la escapada), un peculiar
homenaje al cine negro americano que a su vez permite reflexionar
sobre multitud de temas como la delincuencia, la juventud, las
relaciones de pareja, el existencialismo o la cultura, entre otros.
La
historia narrada se centra en la relación amorosa entre Patricia
Franchini, una americana asentada en París, y Michel Poiccard, un
ladrón de coches que huye de la policía tras el asesinato de un
agente.
Esta relación, tan típica desde el punto de vista cinematográfico como improbable en la realidad, permite conocer los roles ejercidos por cada una de las partes, así como los principales cambios que se han producido en el papel asignado a la mujer. Tradicionalmente, en el cine americano ésta había ejercido un rol pasivo, esto es, que el sujeto de acción era siempre el hombre, mientras que ella era objeto de contemplación. Sin embargo, en el film que nos ocupa, se observa un cambio en la forma de ser y de actuar de Patricia, puesto que es económicamente independiente, de espíritu libre y culta. Naturalmente, esto no era algo generalizado a finales de la década de los cincuenta, pero sí se había producido un cierto cambio con el nacimiento de teorías feministas que reivindicaban un mayor papel social para la mujer, algo que tendría sus repercusiones en las dinámicas de pareja (sexo, machismo, amor, erotismo). De este modo, Michel pretende dar la imagen de hombre duro, muy al estilo de Humphrey Bogart (al que homenajea constantemente con un gesto de los labios que popularizó el actor americano), intentando imponerse a la mujer mediante una actitud machista y dominadora, pero sin conseguirlo; a pesar de sus intentos, Michel no puede ser como Bogart, pero la causa no hay que buscarla en él, sino en el cambio que ha experimentado la mujer. Patricia es, desde el punto de vista mental, mucho más fuerte que él, tiene las ideas claras y no duda en darle un tortazo a su amante cuando éste se propasa con ella. Por tanto, es una modificación en el rol femenino lo que se produce en estos momentos, si bien la actitud machista e irreverente para con las mujeres continua imperando entre la población masculina. De este modo, la concepción general es que éstas son inestables (“Las mujeres nunca hacen en 8 segundos lo que pueden hacer 8 días después. Lo mismo dan 8 segundos que 8 días”, afirma Michel), frías (“Los sentimientos son un lujo que muy pocas mujeres se permiten”, según Parvulesco) e interesadas, pues atendiendo a las palabras de Parvulesco existen dos cosas importantes, “para los hombres, mujeres y para éstas, dinero”. Además, sigue existiendo la tendenciosa costumbre de culpar a la mujer por haberse quedado embarazada, algo que se observa en el momento en que Michel le grita a Patricia un ¡Podrías haber tenido más cuidado! cuando ésta le dice que está embarazada. Pero Patricia cada vez depende menos de Michel y tiene la suficiente fuerza para negarse a fugarse con él a Roma y dejar su trabajo en la redacción del Chicago Tribune. Con esto, se refuerza la idea de que ahora es la mujer la que decide y que no tiene por qué depender del hombre, ni siquiera en la cuestión del sexo. Y es que la modificación en los roles de la mujer también tendrá sus repercusiones en las dinámicas sexuales de la pareja, algo que el film muestra abiertamente. Así, un buen fragmento del metraje –cerca de un cuarto de hora– se destina a una escena de cama explícita, en la que los protagonistas hablan de sus experiencias anteriores e incluso mantienen relaciones sexuales. Esta circunstancia pone de manifiesto que el sexo ha dejado de ser un tabú, en la línea de la mentalidad renovadora propia de la Nouvelle vague y de una parte de la sociedad de finales de la década de los cincuenta, sobre todo los jóvenes, que son los que realmente se reflejan en el film.
Esta relación, tan típica desde el punto de vista cinematográfico como improbable en la realidad, permite conocer los roles ejercidos por cada una de las partes, así como los principales cambios que se han producido en el papel asignado a la mujer. Tradicionalmente, en el cine americano ésta había ejercido un rol pasivo, esto es, que el sujeto de acción era siempre el hombre, mientras que ella era objeto de contemplación. Sin embargo, en el film que nos ocupa, se observa un cambio en la forma de ser y de actuar de Patricia, puesto que es económicamente independiente, de espíritu libre y culta. Naturalmente, esto no era algo generalizado a finales de la década de los cincuenta, pero sí se había producido un cierto cambio con el nacimiento de teorías feministas que reivindicaban un mayor papel social para la mujer, algo que tendría sus repercusiones en las dinámicas de pareja (sexo, machismo, amor, erotismo). De este modo, Michel pretende dar la imagen de hombre duro, muy al estilo de Humphrey Bogart (al que homenajea constantemente con un gesto de los labios que popularizó el actor americano), intentando imponerse a la mujer mediante una actitud machista y dominadora, pero sin conseguirlo; a pesar de sus intentos, Michel no puede ser como Bogart, pero la causa no hay que buscarla en él, sino en el cambio que ha experimentado la mujer. Patricia es, desde el punto de vista mental, mucho más fuerte que él, tiene las ideas claras y no duda en darle un tortazo a su amante cuando éste se propasa con ella. Por tanto, es una modificación en el rol femenino lo que se produce en estos momentos, si bien la actitud machista e irreverente para con las mujeres continua imperando entre la población masculina. De este modo, la concepción general es que éstas son inestables (“Las mujeres nunca hacen en 8 segundos lo que pueden hacer 8 días después. Lo mismo dan 8 segundos que 8 días”, afirma Michel), frías (“Los sentimientos son un lujo que muy pocas mujeres se permiten”, según Parvulesco) e interesadas, pues atendiendo a las palabras de Parvulesco existen dos cosas importantes, “para los hombres, mujeres y para éstas, dinero”. Además, sigue existiendo la tendenciosa costumbre de culpar a la mujer por haberse quedado embarazada, algo que se observa en el momento en que Michel le grita a Patricia un ¡Podrías haber tenido más cuidado! cuando ésta le dice que está embarazada. Pero Patricia cada vez depende menos de Michel y tiene la suficiente fuerza para negarse a fugarse con él a Roma y dejar su trabajo en la redacción del Chicago Tribune. Con esto, se refuerza la idea de que ahora es la mujer la que decide y que no tiene por qué depender del hombre, ni siquiera en la cuestión del sexo. Y es que la modificación en los roles de la mujer también tendrá sus repercusiones en las dinámicas sexuales de la pareja, algo que el film muestra abiertamente. Así, un buen fragmento del metraje –cerca de un cuarto de hora– se destina a una escena de cama explícita, en la que los protagonistas hablan de sus experiencias anteriores e incluso mantienen relaciones sexuales. Esta circunstancia pone de manifiesto que el sexo ha dejado de ser un tabú, en la línea de la mentalidad renovadora propia de la Nouvelle vague y de una parte de la sociedad de finales de la década de los cincuenta, sobre todo los jóvenes, que son los que realmente se reflejan en el film.
Por
otro lado, esa relación de amor imposible, loco y turbulento entre
Michel y Patricia se encuentra en sintonía con una corriente
filosófica que estaba en boga por aquel entonces en Francia y que
encontró en Camus, Sartre y Beauvoir sus máximos exponentes, esto
es, el existencialismo, un cuestionarse constantemente sobre el
sentido (absurdo) de la vida. Ante esa incerteza, se propone un
“vivir el momento”, como el que viven los protagonistas de Al
final de la escapada, pues su relación a fin de cuentas, está
condenada al fracaso. Sin embargo, la angustia vital se manifiesta de
un modo diferente en ambos; Michel tiene como realidad última la
muerte: “pienso constantemente en ella” afirma, pero no se
cuestiona si hay algo peor que ésta, como la ausencia de libertades,
la ignorancia, el dolor o el darse cuenta del inexorable paso del
tiempo. Todas estas preocupaciones se pueden observar en el personaje
de Patricia, quien vive en un desasosiego continuo ante
el verdadero sentido de la vida. De este modo,
citando a William Faulkner, se cuestiona si es mejor el dolor o la
nada, optando por el primero como indicativo de la existencia de
algo. En cambio, Michel prefiere la nada y todo lo que ello comporta,
esto es, la ausencia de cualquier compromiso. Asimismo, cuando
Patricia le pregunta “¿Tienes miedo a hacerte viejo? Yo sí”,
él le responde con un “¡Eres idiota!”, denotando una
mayor despreocupación que su compañera ante las grandes cuestiones
de la vida; sencillamente, ella es mucho más madura y compleja desde
el punto de vista psicológico que su compañero, es por ese motivo
por el que constantemente se plantea a sí misma preguntas de las que
tampoco espera encontrar respuesta: “No sé si estoy triste
porque no soy libre o si no soy libre porque estoy triste”.
De
este modo, el espectador puede sentirse invitado a reflexionar sobre
estas preguntas, que no se dan en Patricia de forma casual ni
gratuita, sino que responden a la filosofía de vida que la juventud
del momento había adoptado, una juventud dispuesta a cambiar el
mundo, que se rebelaba contra el orden establecido y que
posteriormente eclosionaría en las revueltas estudiantiles del
denominado “Mayo del 68”. Esta rebeldía propia de la juventud se
muestra en el film a través de la delincuencia, convirtiendo a
Michel en alguien al margen de la ley y contrario a la autoridad. Por
tanto, si la rebeldía supone el mecanismo de defensa de la juventud
ante los tradicionalismos y el existencialismo se convierte en su
filosofía de vida, podemos concluir que los diversos temas convergen
en uno principal, la propia juventud, que es, en último término, la
que podrá encabezar la revuelta que conduzca a un verdadero cambio
social y político. Sin embargo, tampoco se persigue una ruptura
con todo lo tradicional, pues las referencias en el
film a elementos del pasado que se consideran buenos para recordar
son constantes (Renoir, Picasso, Faulkner, Bach, Mozart, Bogart,
Cocteau y muchos otros), lo que denota la gran cultura que poseía el
director. Y es que Godard, como otros cineastas de la Nouvelle Vague,
fue ante todo un intelectual que empleó el cine como un modo de
reflexionar sobre la propia práctica cinematográfica y sobre los
cambios que se estaban produciendo en los diversos ámbitos de la
sociedad. Por ese motivo, Al final de la escapada constituye
un interesante instrumento para acercarnos a una parte de la sociedad
francesa que, a finales de la década de los cincuenta, estaba
reclamando una ruptura con los valores y costumbres tradicionales. De
este modo, constituye también un útil documento que permite conocer
los cambios que atañen al rol social de la mujer, la alteración de
las relaciones de pareja, así como la filosofía existencialista de
la que se imbuyeron multitud de artistas, intelectuales y, en
definitiva, todo aquel que se cuestionase el sentido de lo
tradicional en busca de nuevas respuestas.
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